Tuesday, June 26, 2012

Golpe de Estado Congressista.

(English version below/versão português em baixo)

Los eventos actuales ocurridos en el Paraguay nos deja, una vez más, con la gran incertidumbre de cuán frágil es la democracia en Sur América—y en toda América Latina; una región que recientemente acaba de emerger de las sombras oscuras de dictadores militares, de presidentes implacables y autocráticos, y de pseudo-libertadores de la clase pobre y oprimida.

La semana pasada se vio en Paraguay una impugnación parlamentaria fugaz en contra del presidente paraguayo. Tal hecho pareciera como si el congreso estaba intentando entrar en el libro de Récord Guinnes, por la expulsión “legal” más rápida de un presidente electo. La solidificación de los valores democráticos y el respeto al derecho de ley han sido empañados por un proceso legal dudoso, por una “nueva forma de golpe de estado”.

Este evento tiene ciertas similitudes con la crisis constitucional ocurrida en Honduras en el 2009. En ambos casos, la justificación de ello es esencialmente que, el fin justifica los medios. Lo que me pregunto es: ¿Cuál es el propósito de la Carta Democrática Interamericana? ¿Y sí la organización de Estados Américanos sigue siendo pertinente o creíble si no puede hacer valer los estatutos de la Carta-- primero, en Honduras y ahora en Paraguay?

No es suficiente que Unasur, Mercosur, y algunos países del hemisferio occidental hayan condenado la expulsión del presidente Paraguayo. Este suceso trascendental se está desarrollando con la típica timidez: declaraciones solapadas en cuanto a no querer "interferir en los asuntos internos de otro país"; retirar embajadores de Paraguay, o llamar a sus embajadores para “consultas”. Sea que usted llame este acto como un golpe de estado, un nouveau coup a la Amérique latine, o simplemente “evolución dictatorial”, la expulsión de un líder electo democráticamente no debe ser tolerado, y la comunidad internacional debería tener cero tolerancia por ello.

Tal vez, el pueblo Paraguayo ya estaba cansado del presidente Lugo; tal vez Lugo no ha tenido una mayoría política en el congreso; tal vez Lugo se estaba sintiendo demasiado cómodo en el Palacio Presidencial—después de todo, el poder tiende a corromper. Pero independientemente de ello, él se merecía tener más de dos horas para poderse defender de una impugna dudosa. Y además, ¿no podía el Congreso o el pueblo paraguayo esperar ocho meses más, hasta que concluyera su mandato? ¿No es así como se supone que funciona un sistema democrático?

Esta acción irreflexiva parece un ejemplo de un temperamento latino, aquel que nos da una mala reputación en todo el mundo. Aún sigo preguntándome, sí los valores democráticos están sólidamente cementados en América Latina, como a menudo se afirma. No puedo dejar de pensar en esa vieja canción, que dice: “tal vez, tal vez, tal vez…”


Parliamentary Coup d’état

Current events in Paraguay leave us, once again, with the question of how fragile democracy really is in South America—and in Latin America as a whole, a region that has only just emerged from the dark shadows of military dictators, ruthless and autocratic presidents, and pseudo-liberators of the poor and oppressed.

Last week in Paraguay we saw the flash parliamentary impeachment of the president. It almost seemed as though the congress were attempting to win the country an entry in the Guinness Book of World Records for the fastest “legal” ouster of an elected president. The solidification of democratic values and the respect for the rule of law have been tarnished by this legally dubious process, this “new form of coup.”

This event bears certain similarities with the constitutional crisis Honduras underwent in 2009. The justification in both cases was, essentially, that the ends justify the means. What, I wonder, is the purpose of the Inter-American Democratic Charter? Is the Organization of American States still relevant or credible if it cannot enforce the charter—first in Honduras and now in Paraguay?

It simply is not enough for Unasur, Mercosur, and a few additional countries in the Western hemisphere to condemn the removal of the Paraguayan president. This momentous development is being met with typical timidity: disingenuous statements about not wanting to “interfere in the internal affairs of another country”; withdrawing ambassadors to Paraguay, or calling ambassadors in for “consultations.” Whether you call it a coup, a nouveau coup a la Amérique latine, or simple “dictatorial evolution,” the removal of an elected leader ought to be intolerable, and the international community should have zero tolerance for it.

The Paraguayan people were, perhaps, tired of President Lugo; perhaps Lugo did not have a congressional majority; perhaps Lugo was getting too comfortable in the presidential palace—after all, power does tend to corrupt. But regardless, he deserved to have more than just two hours to defend himself from (a bogus) impeachment. And besides, couldn’t congress or the Paraguayan people wait eight more months until his term ended? Isn’t that how democracy is supposed to work?

This ill-considered action looks like an example of that fiery Latin temper that gives us a bad reputation around the world. I am still wondering whether democratic values have yet been cemented within Latin America, as is often claimed. I can’t help thinking of that old song; “Perhaps, perhaps, perhaps….”


Golpe Parlamentar!


Eventos atuais no Paraguai nos deixa, uma vez mais, com a questão de como a democracia é realmente frágil na América do Sul e na América Latina, em geral. Esta é região que só agora surgiu das sombras escuras dos ditadores militares, dos presidentes cruéis e autocráticos e, dos pseudo-libertadores dos pobres e oprimidos.

Na semana passada, no Paraguai, vimos o fugaz impeachment parlamentar do presidente. Era quase como se o congresso estivesse tentando ganhar uma entrada no Livro Guinness por a expulsão “legal” mais rápida de um presidente eleito. A solidificação dos valores democráticos e o respeito pelo Estado de direito têm sido manchada por este processo legalmente duvidoso; pelo "nova forma de golpe".

Este evento tem alguns semelhanças com a crises constitucionais na qual Honduras passou em 2009. A justificativa em ambos casos foi essencialmente, o fim justifica os meios. O que imagino é, qual é o propósito da Carta Democrática Interamericana? É a Organização dos Estados Americanos ainda é relevante e tem crédito para fazer cumprir a Carta--primeiro em Honduras e agora no Paraguai?

Simplesmente não é suficiente que a Unasul, Mercosul e, alguns países no hemisfério ocidental condenaram  a remoção do presidente paraguaio. Este sucesso importante está sendo atendida com a timidez típica: Com declarações cautelosas querendo não "interferir nos assuntos internos de outro país"; retirar embaixadores para o Paraguai, ou chama de embaixadores para “consultas”. Se você chamá-lo de um golpe, ou um nouveau coup a la Amérique Latine, ou simples "evolução ditatorial"; a remoção de um líder eleito deveria ser intolerável e, a comunidade internacional deveria ter tolerância zero para isso.

Talvez, o povo paraguaio foram cansado do presidente Lugo, talvez Lugo não tivesse uma maioria politica no Congresso; Talvez Lugo estava ficando muito confortável no palácio presidencial, afinal de contas, o poder tende a corromper.  Mas independentemente disso, ele merecia mais do que apenas duas horas para se defender de (um falso) impeachment. E, além disso, não poderia o Congresso ou o povo paraguaio esperar mais oito meses até o termo de governo termine? Não é assim que a democracia supostamente funciona? Não é? Esta ação irrefletida parece um exemplo de temperamento latino que só nos dá uma má reputação ao redor do mundo.

Ainda estou querendo saber se os valores democráticos ainda não ter sido cimentada em América Latina, como se costuma afirmar. Eu não posso deixar de pensar aquela velha canção: "Talvez, Talvez, Talvez ...."

Wednesday, April 11, 2012

O Brasil é uma Potência Econômica


Certo é que nos Estados Unidos vê o Brasil como país em ascensão, mas não como uma potência econômica consolidada, porque o Brasil primeiro tem que consolidar sua hegemonia política e econômica em América Latina e, em América do Sul, principalmente.

Friday, March 16, 2012

"Las Malvinas"

(English Version Below)

la oposición Argentina, cada vez más beligerante al control británico de las Islas Malvinas, está tomando un matiz de agitación nacionalista, según lo observa The Economist. Hay un riesgo creciente de que el tema podría crear graves tensiones en la región. Esto podría ser sólo el comienzo de un drama argentino más generalizado.

Hay por lo menos, tres muy buenas razones para que la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR) no deba tomar partido en el asunto de las Islas Malvinas. En primer lugar, la Argentina no ha explicado en que se basa fundamentalmente para afirmar que "Las Malvinas" le pertenece. En segundo lugar, la Argentina está utilizando el nacionalismo barato y exagerado para instigar sentimientos desagradables en contra de Gran Bretaña y las Islas Malvinas, que son importantes para el comercio y el turismo. Argentina en tercer lugar, no parece reconocer el principio de la libre determinación; la población de las Malvinas ha optado por seguir siendo parte de Gran Bretaña. Para la Argentina, obligar a esa población a someterlos a su administración, equivaldría a la tiranía, la colonización y la opresión de las Islas Falklands.

Lo interesante aquí es que los argentinos afirman siempre con mucho orgullo que en realidad ellos no son exactamente América Latina. Afirman de ser más europeos, descendientes de italianos. Dicen que no tienen nada que ver con las poblaciones indígenas de las Américas. Chauvinismo cultural argentino es bastante extremo, y vis-à-vis en el resto de las Américas. Y, sin embargo, irónicamente, en la disputa territorial sobre las Islas Falklands, el comportamiento de la Argentina no es tan diferente de la de cualquier otro país latinoamericano. Argentina está tratando de resucitar un diferendo territorial-que fue saldado hace años-sin considerar la población que habita las islas, el comercio, la ventaja competitiva, o las relaciones internacionales. Argentina, al igual que muchas otras naciones de América Latina, tiene que aprender que el Estado-nación no necesita aplicar el nacionalismo barato para poder prosperar.


“Las Malvinas”

Argentina’s increasingly belligerent opposition to British control of the Falkland Islands is taking on an overtone of nationalist agitation, as the Economist has observed. There is a growing risk that the issue could create serious tensions in the region. This could be just the beginning of a more widespread Argentinian drama.

There are at least three very good reasons why the Union of South America Nations (UNASUR) should not side with Argentina on the Faulklands issue. First, Argentina has not explained the basis for its claim that “Las Malvinas” belong to them. Second, Argentina is using cheap and overblown nationalism to instigate unpleasant feelings against Britain and the Falkland Islands themselves, which are important to both commerce and tourism. Third, Argentina does not seem to recognize the principle of self-determination; the population of the Falklands has chosen to remain part of Britain. For Argentina to force the population to be subject instead to its own unwelcome administration would amount to tyranny, colonization, and oppression.

The interesting thing here is that Argentinians have always proudly asserted that they are not really Latin American. They claim instead to be more European, to be descendants of Italians. They say that they have nothing to do with the indigenous populations of the Americas. Argentinian cultural chauvinism is really quite extreme vis-à-vis the rest of the Americas. And yet, ironically, in the territorial dispute over the Faulkland Islands, Argentina’s behavior is not so different from that of any other Latin American country. Argentina is attempting to resurrect a territorial dispute—one that was settled many years ago—without giving any consideration to people, commerce, competitive advantage, or international relations. Argentina, like many other Latin American nations, needs to learn that nation-states don’t need to apply nacionalismo barato in order to prosper.